Un matemático ha echado cuentas y ha llegado a una conclusión: la vida no debería existir

Un matemático ha echado cuentas y ha llegado a una conclusión: la vida no debería existir

Un estudio reciente realizado por el matemático Robert G. Endres, del Imperial College London, plantea una conclusión sorprendente: la vida, según las probabilidades matemáticas, no debería haber surgido en la Tierra. Esta investigación busca responder a una pregunta fundamental sobre nuestros orígenes, más allá de la evolución darwiniana, centrada en cómo la vida comenzó a partir de materia inerte en un planeta joven y dinámico.

Endres utiliza un enfoque basado en la información para estimar la complejidad que debería tener la primera protocélula, llamada LUCA. Para ello, recurre a modelos computacionales y herramientas de inteligencia artificial, como AlphaFold, que permite analizar el plegamiento de proteínas, y modelos de células completas. El resultado es una estimación de 1.000 millones de bits de información necesaria para conformar la protocélula más sencilla.

Este total se divide en tres partes: información genética, estructural y dinámica. La información para la genética de una célula simple equivale a 10⁶ bits, la estructural se encuentra entre 10⁶ y 10⁸ bits, y la dinámica, que incluye las rutas metabólicas y replicación del ADN, se estima en un equivalente a 140 megabytes.

Matemáticamente, la Tierra tuvo una ventana de 500 millones de años para que esta información se acumulara hasta dar origen a la vida. La tasa mínima estimada para esta acumulación es de 2 bits útiles por año, que parece baja en comparación con el potencial prebiótico de generar hasta 100 bits por segundo. Sin embargo, el proceso químico es caótico y funciona como un "paseo aleatorio", donde los avances en la creación de información se ven acompañados por pérdidas inmediatas.

Este fenómeno implica la necesidad de un concepto denominado "persistencia", que define el período durante el cual el sistema conserva la información ganada, aún ante pérdidas. Sin una persistencia considerable, el surgimiento espontáneo de la vida sería prácticamente imposible.

Por lo tanto, el estudio concluye que el mecanismo puramente aleatorio no es suficiente para explicar el origen de la vida. Sugiere que debe existir algún tipo de principio físico, un sesgo químico, o algún mecanismo de retención de información que dé dirección al proceso. Este planteo abre espacio a hipótesis alternativas, incluida la panspermia dirigida, propuesta que especula sobre una posible intervención extraterrestre para sembrar vida en la Tierra.

Además, se destaca que la inteligencia artificial puede ser clave para futuras investigaciones, facilitando la ingeniería inversa de vías químicas candidatas y ayudando a descubrir el 'empujón' necesario para el origen de la vida.

Fuente: xataka.com | Leer la nota completa