La siguiente evolución de los tuppers son los envases orgánicos. El motivo es muy sencillo: disruptores endocrinos

La siguiente evolución de los tuppers son los envases orgánicos. El motivo es muy sencillo: disruptores endocrinos

El plástico ha sido fundamental en el almacenamiento y envasado de alimentos en las últimas décadas, pero su uso masivo hoy enfrenta serios desafíos ambientales y sanitarios. Uno de los problemas más relevantes está relacionado con los disruptores endocrinos, sustancias químicas que interfieren con el sistema hormonal del cuerpo.

Estos compuestos pueden encontrarse en múltiples productos cotidianos, incluidos los envases plásticos para alimentos, como los táperes. Además, se detectan en alimentos ultraprocesados y en cápsulas de café al ser expuestas a altas temperaturas. Los disruptores pueden imitar o bloquear las hormonas naturales, causando alteraciones que la ciencia vincula con infertilidad, pubertad precoz, problemas neurológicos, enfermedades metabólicas y ciertos tipos de cáncer.

El riesgo se intensifica cuando diferentes disruptores actúan juntos, generando un efecto combinado que puede afectar crónicamente la salud. Entre los compuestos más comunes en los plásticos se encuentran bisfenoles y ftalatos, ampliamente estudiados por su impacto negativo. Además, la presencia de micro y nanoplásticos en el medio ambiente y en el organismo humano es otra preocupación emergente.

Este escenario impulsa la búsqueda de alternativas a los envases tradicionales. El vidrio se ofrece como una opción para almacenamiento seguro, mientras que la innovación científica se centra en el desarrollo de bioplásticos derivados de fuentes naturales. Materiales basados en almidón, ácido poliláctico, PHA o algas son algunos ejemplos que brindan biodegradabilidad y no liberan sustancias tóxicas.

En paralelo, nuevas tecnologías exploran envases comestibles fabricados con polisacáridos y proteínas vegetales, que pueden consumirse junto con los alimentos, además de recubrimientos ecológicos y métodos para transformar residuos plásticos en productos útiles, ayudando a reducir el impacto ambiental.

Desde el punto de vista regulatorio, la Unión Europea estableció en 2025 un marco que exige envases reutilizables, reciclables y seguros, limitando las sustancias químicas migratorias y alentando materiales que no contribuyan a la contaminación por microplásticos. Esta legislación, incluida en el Reglamento (UE) 2025/40, comenzará a aplicarse plenamente en agosto de 2026.

El futuro próximo apunta a una mayor presencia de envases biodegradables en el mercado, impulsada no solo por la norma sino también por la demanda social. Así, la evolución de los envases plásticos hacia opciones más saludables y sostenibles parece inevitable, con el objetivo de minimizar riesgos para la salud humana y el ambiente.

Fuente: xataka.com | Leer la nota completa