El envejecimiento de Japón tiene otra cara poco conocida: cuando cumplir 100 años no significa jubilarse
Una lectura reciente sobre la dinámica demográfica de Japón muestra una paradoja: pese a una natalidad baja y a una menor proporción de adultos jóvenes, el país mantiene a más de 100.000 personas que superan los 100 años y, para muchos de ellos, la vida laboral continúa. Este fenómeno ha sido destacado como una de las facetas menos conocidas de la trayectoria poblacional japonesa.
Según análisis difundidos por medios internacionales, la longevidad se interpreta como una vocación: el equilibrio entre un cuerpo activo, una mente ocupada y un propósito claro sostiene la vitalidad. En ese marco, la jubilación no se ve como una retirada, sino como la continuación de una existencia útil.
Entre los ejemplos resaltados figuran centenarios que siguen trabajando en Tokio. Seiichi Ishii, con 103 años, continúa reparando bicicletas en su taller de barrio y conserva una ética de artesano: la edad no determina su labor, sino la necesidad de seguir haciendo.
Una cocinera de 102 años, Fuku Amakawa, dirige un restaurante familiar y mantiene su actividad varias jornadas semanales. Su entorno está sostenido por la familia, y ella atribuye su resistencia a la rutina del esfuerzo y a la satisfacción de servir a otros.
Masafumi Matsuo, 101 años, cultiva arroz, berenjenas y pepinos en las montañas de Oita. Trabaja al sol y, pese a las dolencias, mantiene tradiciones de familia y entrega ofrendas a una capilla dedicada a su esposa fallecida. Sobreviviente de cáncer y de covid, vincula la continuidad de la labor con la memoria y la conexión con la tierra.
Tomoko Horino, 102, vende cosméticos desde los 39 años. Viuda, continúa con su negocio por teléfono y, con el apoyo de sus hijos, mantiene su vida diaria. Su experiencia muestra cómo el oficio puede sostener la identidad y la autonomía, incluso ante cambios personales profundos.
Tomeyo Ono, 101, se sienta a recitar relatos tradicionales y empezó a hacerlo a los 70. Tras perder su casa en el tsunami de 2011, mezcla leyendas con recuerdos del desastre y afirma que narrar ayuda a conservar la memoria de los que se fueron y a dar sentido al día a día.
En conjunto, estos retratos delinean una visión de Japón en la que la continuidad laboral aporta salud, compañía y propósito frente a una crisis demográfica. Frente al estereotipo del retiro dorado, estos centenarios revelan una forma de plenitud basada en la constancia y la dignidad de seguir activos.
Fuente: xataka.com | Leer la nota completa